El genio creativo no es cosa de unas pocas mentes privilegiadas. Todos tenemos una enorme capacidad creativa; si no sale a la luz no significa que no esté ahí, sino que nosotros mismos no creemos en ella. Así lo afirma David Kelley, fundador de la venerable firma de diseño IDEO, en California.
Kelley, profesor del programa de diseño de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford, está convencido de que todos los seres humanos tenemos una enorme capacidad de innovación.
El problema es que en algún momento, alrededor de los 11 o 12 años, la mayoría de nosotros dejamos de pensar que somos creativos y de esta forma, ahogamos nuestra creatividad y nuestra capacidad de innovar se atrofia.
David Kelley lleva 30 años trabajando como diseñador y dedicado a la tarea de hacer que sus estudiantes recuperen la confianza creativa. Busca, sobretodo, ayudar a los jóvenes a liberar su potencial creativo enseñándoles, entre otras cosas, a abrirse más a la experimentación, sentirse más cómodos con la ambigüedad y a tener menos miedo al fracaso.
El pensamiento creativo es la generación de nuevas ideas o conceptos, o de nuevas asociaciones entre ideas y conceptos conocidos, que habitualmente producen soluciones originales.
El error y el fracasos no son sino pasos previos al éxito, a la solución idónea. El problema es que la sociedad en la vivimos nos enseña a buscar siempre el éxito, por lo que hemos desarrollado un pánico extremo a no alcanzarlo y amenudo nos decantamos por no intentar nuevos retos por miedo a no obtener el resultado deseado. Kelley trata de romper con esta idea.
La mejor manera de dar rienda suelta a la creatividad, sostiene Kelley, es sumergirse de lleno en una “experiencia”, es decir, no teorizar sobre un problema concreto, sino vivirlo de primera mano. El segundo paso consiste en “idear”, tratar de visualizar y pensar en posibles soluciones. Luego llega la etapa de “prototipos”, es decir, las propuestas posibles que nos llevarán a la solución.
La experiencia ilustra que la gente aprende con la práctica, así que cuantos más proyectos se completen mejor. Lo mismo se extrae del desarrollo de las propuestas. Los expertos alienta la velocidad y la cantidad para promover el fracaso temprano y con frecuencia. Fracasar no es algo negativo, es sólo parte del proceso. Cuantas más veces se fracase, mejor, pues cada fracaso supone un estadio de aprendizaje y un paso más para llegar a la solución óptima.
Otro principio es que la gente aprende más cuando colabora con otros que tienen puntos de vista radicalmente distintos a los suyos, así que conviene mezclarse con personas cuyas opinones se oponen a las nuestras. El resultado será un enriquecimiento mutuo.
Hace seis años, y gracias a una donación de 35 millones de dólares del magnate alemán del software Hasso Plattner, Kelley fundó el Instituto de Diseño Hasso Plattner en Stanford, un programa no titulado que atrae a estudiantes de postgrado de esa universidad.
Hasso Plattner tiene 700 estudiantes por año, frente a 30 de hace seis años. Las solicitudes superan hasta dos o tres veces el número de vacantes y una cantidad creciente de estudiantes elige ir a Stanford por la escuela de diseño. El instituto ha estado recientemente trabajando con niños en edad escolar. Las primeras conclusiones apuntan que los estudiantes de primero hasta último año de secundaria que son expuestos al pensamiento de diseño están más comprometidos y motivados con el aprendizaje. Ese cambio conductual, dice Kelley, les permite a los alumnos ganar confianza de innovación.
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